Noticias | - 8:38 am
Uno de mis primeros pasos para comenzar una relación conmigo misma, después de haber conocido a Dios, fue entender lo que pasó en mi infancia. A pesar de haber crecido en una familia ejemplar, de haber tenido padres presentes y unidos que me dieron lo mejor de sí, ellos no pudieron protegerme de mis problemas internos.
En mi segundo año de vida, mi hermana Viví nació con un defecto físico y, consecuentemente, toda la atención en casa se volcó a ella. Crecí así, a la sombra de ella. Yo me culpaba por haber nacido perfecta y ella no. Ella necesitaba más atención, más comprensión que yo y, en eso, me fui apagando poco a poco. Me volví una “sin gracia”, pues la gracia tenía que ser de ella y no mía.
Tuve que protegerla del bullying qué pasaba en la escuela debido a su defecto físico y, como hermana mayor, desarrollé una cierta madurez de madre. Me tomé el deber de cuidar a mi hermana y resolver todos sus problemas. Cuando pienso en mi infancia, la recuerdo a ella, no a mí. Era el centro de las atenciones. ¿Qué culpa tenía yo, o cualquier persona, de que ella hubiera nacido con ese problema? Pero las circunstancias de la vida me hicieron crecer sintiéndome culpable. Queriendo compensar esa sensación de culpa, comencé a hacer a las demas personas más importantes que yo.
Cristiane desarrollo lo que llamamos complejo de “quién soy yo”. Ese complejo hace que sus víctimas piensen que no son importantes, capaces o lo suficientemente buenas comparadas con los demás. Están siempre dudando de sí misma y preguntándose:
▪ ¿Quién soy yo para que ella guste de mí?
▪ ¿Quién soy yo para pedir eso?
▪ ¿Quién soy yo para dar mi opinión?
▪ ¿Quién soy yo para molestar?
▪ ¿Quién soy yo en esta sala en medio de tanta gente más importante?
▪ ¿Quién soy yo frente a mi pasado que me condena?
▪ ¿Quién soy yo para que él me atienda?
▪ ¿Quién soy yo para comprar eso?
▪ ¿Quién soy yo para ponerme aquella ropa?
▪Quién soy yo para aprender esa profesión tan importante?
▪ ¿Quién soy yo para ganar un salario como el de ella?
▪ ¿Quién soy yo para hablar de algo interesante?
▪ ¿Quién soy yo para enseñarle a alguien?
▪ ¿Quién soy yo en esta empresa, si acabo de llegar?
▪ ¿Quién soy yo…quién soy yo…quién soy yo?
La respuesta en la mente es automática e invariable: “No eres nada. No eres nadie. No lo mereces. Mírate. Es mejor que sigas en la tuya”. El complejo del “quién soy yo” perjudica extremadamente la vida sentimental de las personas. Desde la timidez que le impide llegar a alguien que le gusta, hasta la demasiada autocrítica a la apariencia, el lenguaje corporal o aceptar una relación abusiva porque piensa que no va a encontrar a nadie mejor – ese complejo es el responsable de mucha infelicidad en el amor. Pero, ¿de dónde viene?
Nace exactamente de la falta de conocimiento propio, de la ausencia de una autoimagen saludable y equilibrada de sí mismo. Proviene de un sentimiento de rechazo a sí mismo.
Si usted no se ama, se rechaza.
Continuará…
Libro: Noviazgo Blindado
Autor: Obispo Renato y Cristiane Cardoso
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